Como Cristianos, es importante que reconozcamos la diferencia entre el bien y el mal — tanto moral como éticamente. A veces, sin embargo, esta línea puede volverse borrosa.
Muchas situaciones que encontramos en nuestras vidas incluyen variables que pueden dejarnos internamente en conflicto e inseguros de cómo avanzar de acuerdo con la voluntad de Dios.
Entonces, ¿cómo trabajamos a través de estos enigmas morales? Una manera es desarrollar una sólida conciencia Cristiana.
Existe una conciencia moral en el corazón de cada persona. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla. La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho” (1777, 1778).
Piense en su conciencia como la versión “angelical” de usted mismo sentado sobre su hombro, dándole buenos consejos.
Si bien todos son bendecidos con una conciencia, cada persona tiene la responsabilidad de desarrollar esta conciencia desde el momento en que son jóvenes. Los padres obviamente juegan un papel importante en el desarrollo de la conciencia de sus hijos. Como los principales educadores de sus hijos en cuestiones éticas y la fe Católica, los padres tienen la responsabilidad de enseñar la virtud a sus hijos y ayudarlos a evitar el egoísmo y el orgullo. A medida que envejecemos, asumimos el desafío de toda la vida de formar continuamente nuestras propias conciencias y establecer un código moral que nos permita hacer los juicios adecuados.
Una herramienta valiosa para formar una conciencia es la práctica de la introspección. “Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de su conciencia” (CIC 1779). En la sociedad contemporánea, donde hay tantas distracciones y rutinas, es extremadamente importante que nos tomemos el tiempo para mirar hacia adentro y escuchar verdaderamente lo que nuestra voz interior nos está diciendo.
Otra manera de asegurarnos de que estamos desarrollando un buen código moral es conformándonos a la mente de Cristo. Dios Padre nos ha dado a Cristo, físicamente presente en esta tierra y registrado en la Sagrada Escritura, como ejemplo último de qué hacer y cómo comportarse según la voluntad de Dios. A su vez, cuando actuamos en imitación amorosa de Cristo, estamos seguros de hacer juicios prácticos de conciencia.
La próxima vez que se enfrente a un dilema moral, tómese un tiempo tranquilo para mirar hacia adentro, sopesar los resultados positivos y negativos, y escuchar la voz de su conciencia. Lea los Evangelios para ver ejemplos de las enseñanzas de Cristo. Al hacer de esto una práctica regular, encontrará que la voz de su conciencia vendrá más fuerte y más claramente de lo que inicialmente esperaba.