Un hombre de negocios vende una propiedad para obtener una buena ganancia. Una mujer se retira de una carrera de 20 años a los 43 años. Un estudiante de secundaria descubre que tiene un talento excepcional para tocar el piano. ¿Qué tienen en común?
Cada persona ha recibido recientemente una ganancia inesperada: una ganancia inusualmente grande de dinero, tiempo o talento. Ahora cada uno debe responder una pregunta: ¿qué hacer con esta nueva ganancia?
El hombre de negocios, que ya tiene algo de éxito financiero, descubre que la ganancia de la venta de la propiedad de alquiler es inesperadamente grande. Por primera vez, siente la necesidad de no guardarlo, sino de compartirlo. El próximo domingo, aunque ya contribuye a su parroquia, pone una suma mayor en la canasta de ofrendas. También conoce una organización benéfica local que apoya a madres de bajos ingresos y les envía una generosa donación por correo.
Después de retirarse de la Fuerza Aérea, una mujer descubre que tiene mucho tiempo durante el día. Su esposo trabaja tiempo completo y sus dos hijos están en la escuela secundaria. Ella escucha una voz tranquila que pregunta: «¿Cómo puedes devolver todo lo que has recibido?» Ella llama a su párroco y le explica que tiene tiempo para desempeñar un papel importante en un ministerio parroquial. Él le pide que revitalice el ministerio de recién llegados y visite a cada nueva familia, a lo que ella accede felizmente.
En su clase de música de la escuela secundaria, un estudiante de décimo grado descubre un talento increíble para tocar el piano. Después del aliento de familiares y amigos, se une al coro en la misa del domingo por la mañana. Incluso se ofrece como voluntario para tocar en funciones especiales en la parroquia cuando sea necesario.
En los tres casos, el hombre de negocios, el jubilado y el estudiante han recibido algo de valor y han tomado decisiones deliberadas para compartirlo con otros, particularmente dentro de su parroquia.
Por supuesto, podría haber sido diferente. El empresario podría haberse tomado unas vacaciones extravagantes. La mujer podría haber hecho cualquier cantidad de cosas con su tiempo libre (¿no podríamos todos?). El joven pianista podría haber usado su talento para formar una banda o hacer una grabación. Y la verdad es que todavía pueden hacer todas esas cosas. Pero habiendo recibido regalos tan maravillosos, su gratitud los obliga a compartir una parte de ellos. Después de todo, ¿qué pierden al compartir lo que ya era un regalo de Dios para ellos?
Todos tenemos dones y estamos llamados a compartir a diario. Pero cuando lleguen las grandes bendiciones, oremos para que la gracia sea aún más generosa que nunca.